Alcalá de Henares
es una gran ciudad en muchos sentidos, incluido - claro está - el
demográfico. Sí tuviera que generalizar, diría que sus gentes son más
urbanitas que campestres. Al lado tenemos un precioso monte al que
llamamos "parque natural" sin serlo, y al que se le conoce bajo nombre de "Los Cerros de Alcalá". Es nuestro querido trocito de campo, pero no suele ser muy "salvaje".
En él, quien busca, acaba encontrando (es lo que hemos estado haciendo
en muchas de las entradas de este blog), pero para el visitante novel es
fácil que parezca vacío y manso: palomas y cigüeñas, algunos conejos...
naturaleza de andar por casa.
Ya capturé en su día a un corzo (Capreolus capreolus) con mi cámara,
de manera un poco fugaz debido a que son criaturas de lo más
escurridizas. Y ya entonces me resultó sorprendente encontrarme con un
animal así en un lugar por el que pasean cada día cientos de alcalaínos
de los varios centenares de miles que viven en la adyacente urbe.
También había oído de la presencia de jabalíes, incluso había visto sus
huellas, pero jamás creí que hubiera muchas posibilidades de toparse con
ellos directamente en un monte como el nuestro. De hecho, siempre me ha
intrigado que animales como esos puedan ser invisibles a los ojos de los cientos paseantes que barren el parque cada día.
Por
otra parte, he de reconocer que desde mi propia casa tengo una vista
envidiable de la zona. Ayer tan solo estaba mirando por la ventana y
pude ser espectador de una increíble escena digna de un documental.
Empecé
viendo una pequeña mancha marrón desplazándose por la lejanía.
Inicialmente pensé que podría ser un zorro y corrí a por mí cámara y un
teleobjetivo con la tenue esperanza de sacar algo. Con el equipo
montado, ya se había ido, pero no tardó en volver y fue cuando vi que en realidad se trataba de un corzo... bueno, una pareja de ellos para ser más precisos (disculpad la calidad de las fotos, pero como comento, están tomadas desde mi propia casa al atardecer, con poca luz).
Estaban
como expectantes, mirando hacia atrás, como con miedo. No era para
menos: no tardó en aparecer una familia de jabalíes (Sus scrofa) compuesta por unos seis individuos, el más pequeño de los cuales se quedaba atrás en cada carga, y ¡vaya si cargaban los jabalíes contra los corzos!
Y
la persecución se inició. Dos corzos entraron en unos matorrales, y
tras el paso de los jabalíes, sólo uno salió de allí. Todo un
espectáculo de la naturaleza desde la ventana de mi casa.
Los
jabalíes siguieron persiguiendo al otro hasta que lo echaron de lo que
supongo que sería su preciado territorio. Quiero hacer hincapié en que
es una zona por la que pasea a diario un montón de gente (de día e
incluso una vez caída la noche), y no creo que muchos de ellos sean conscientes de la actividad que aparece en la zona cuando el telón del atardecer proporciona cierta seguridad ante la amenaza del hombre.
Parece que los animales no han desaparecido del todo en las grandes ciudades, sólo han aprendido a ser algo más invisibles.
P.D.: A ver si consigo reducir un poco el tiempo de dos años entre entrada y entrada.
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